La Llorona.

Del primero contacto con la pintura digital surgió La Llorona, un díptico que se rompió al convertirse la primera parte en portada del vinilo de 10″ Letargo, de Jardín de la Croix.

En su concepción inicial versan sobre la unidad y el dolor a través de símbolos y repeticiones, que bien pueden dar a lugar a diferentes lecturas. A continuación, comparto una de las más interesantes realizadas a la primera parte de La Llorona, entendida como obra aislada y en relación al grupo instrumental:

«La figura femenina aquí tiene la acepción de naturaleza y fertilidad, y estando en un nido sustituye el objeto del huevo que es un símbolo de inicio, ciclos y resurrección; los ojos y el pájaro que se multiplican son la representación de la visión cansada en la somnolencia del letargo, que ya juntado con todos los elementos, sí refiere al espacio, la pausa y el evidente cambio que presenciamos en conjunto.

Los detalles teñidos de rosa son los principales y llamativos, casualmente la flora y la mujer, que repiten el hecho del rosa como rojo débil, captados claro, con la limitación de nuestra óptica. El pigmento de la piel pálida “rosada” que se copia en esta mujer, es la feomelanina, una proteína sensible a la luz que trasluce el rojo (dado por el azufre) a rosa; este tono de piel en el Renacimiento era popular para pintar a Jesús, María o divinidades, no impresiona entonces que en el arte, la piel rosa sea igual a belleza y pureza. Con las flores, la razón no es tan simple, los 3 grupos de colorantes florales incluyen al rojo, y para que ese rojo se haga rosa podría deberse a la acumulación de agua, la edad de la flor, la acidez de suelo o simplemente, una cantidad menor de la proteína rojiza; lo que sí es que las flores rosas en la cultura popular,  como las del tocado de la imagen correspondiente, se usen para acentuar la belleza femenina y dotarla de bondad».